lunes, 2 de noviembre de 2015

Día 2 - Describe un local situado en una ciudad no muy grande medieval-fantástica

Seguimos con el desafío. La segunda pregunta es: 

Imagina un pueblo al que vamos a llamar… Homlet. No, Homlet sería demasiado obvio. Vamos a llamarle Highdell. Highdell es un pueblo que llega casi a la categoría de ciudad, si no fuera por que todos sus habitantes siguen llamándole “el pueblo de Highdell”. Esta rodeado de montañas, sin encontrarse en un sitio escarpado. Esta cerca del mar, sin tener puerto. Y lo atraviesa un camino comercial, sin ser una ciudad destino. En ese pueblo-ciudad, en el que de vez en cuando descansan grupos de aventureros, existen numerosos locales que les resultan interesantes, tanto a los habitantes como a los propios aventureros, aunque estos vayan de paso. ¿Qué local/edificio es el que está pasando por tu mente?

Escribo un pequeño relato...:

La parada

Habían transcurrido varias horas desde que salí de la granja en la que trabaja desde que era una niña. Mis padres, al igual que mis abuelos y varias generaciones anteriores, tenían esta granja en la que por suerte siempre nos había ido bien. Como todos los primeros días de cada mes, mi madre y yo nos encargábamos de ir a Highdell a vender la leche obtenida, pero por primera vez era yo sola la que hacía esta tarea y sería otra más de mis quehaceres porque mi madre tenía que quedarse en la granja y yo ya tenía 15 años. 

Después de un largo andar, llegué por fin a Highdell. Me fui directamente a los sitios en los que la vendíamos, pero cuándo fui al último lugar, el hombre me dijo que esta vez él no la compraría pero que el dueño de la posada "La parada" sí que lo haría. Tras sus indicaciones me dirigí hacía allí. Nunca había estado en una posada. Las historias de mis abuelos siempre mencionaban aquellos lugares como sitios en los que se juntan viajeros y gente no deseada, por lo que desde pequeña nunca había querido entrar en ella. Pero esta vez tendría que hacerlo. 
La posada se encontraba en la periferia del pueblo, un buen lugar para evitar las miradas de los habitantes. Llegué hasta la puerta y sin más dilaciones me decidí a entrar. La puerta era de madera maciza, se notaba que el picaporte estaba más usado que cualquier otro que había visto en las anteriores tiendas y casas, incluso vislumbré algunos cortes y golpes que habían sido, algunos con más eficacia que otros, reparados. Las luces de las velas iluminaban la estancia, al fondo estaba la barra y un pasillo formado por mesas a ambos lados indicaban el camino hasta ella. Noté como varias cabezas se giraron hacía mí, incluso varias miradas. Intenté que no se notara mi nerviosismo y me encaminé a la barra. El suelo era de madera también, y a cada pisada crujía como si por allí hubieran pasado miles de personas y se quejara por ello. Las mesas eran rectangulares, llenas de jarras de hidromiel, vasos de vino y platos de sopa y pan. Las sillas que se disponían alrededor de cada mesa parecían que de un momento a otro podrían venirse abajo. Tal vez algunas habían sido utilizadas como objetos contundentes u otras cosas similares. Y sobre éstas, sentados alrededor de la mesa, habían hombres y mujeres de todo tipo. La mayoría encerrados en sus propias conversaciones mientras bebían, otros se divertían contando y escuchando chistes, otros miraban fijamente a la camarera mientras traía más jarras de sus bebidas preferidas. A la derecha de la estancia se encontraba una gran chimenea que caldeaba y reconfortaba el ambiente y a la izquierda una escalera de madera llevaba hasta las habitaciones.
Finalmente llegué al fondo, me senté en un taburete y coloqué el cántaro encima de la barra. Un hombre mayor con una barba bien recortada, poco pelo en la cabeza y un trapo encima del hombro se acercó:

-¡Buenas tardes muchacha! Veo que has traído la leche. Bien, bien. Me han dicho que es de las mejores. Ahora mismo te traigo el dinero para que puedas irte a casa pronto.

-Gracias señor -dije mientras veía como el hombre se iba en busca del dinero y mandaba a una de las camareras a por un recipiente para la leche.

En seguida llegó la chica y rellenó varias jarras. Por fin el cántaro se quedó vacío, la había vendido toda. Me di cuenta de que a mi izquierda había un hombre solo en una mesa, no podía ver su rostro porque tenía una capucha. Sentí como unos escalofríos recorrían mi cuerpo y me quedé ensimismada mirándolo. El dueño hizo que volviera en mi cuando me cogió del brazo para darme el dinero. Sin volver mi vista a nada más, me levanté y me dirigí hacía la salida.


Escribiendo este pequeño relato indudablemente sabréis que la respuesta a esta segunda pregunta del desafío es la posada. No hay otro local que venga a mi mente que no sea éste lugar especial. ¿Cuántas aventuras han comenzado en una posada? ¿y cuántas han pasado por ahí? Cualquier historia que recuerdo tiene una posada, o incluso más si se trata de ciudades grandes.

Creo que viendo las siguientes preguntas del desafío podré seguir escribiendo esta historia ^_^

¡Hasta mañana! 

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