Llegamos al sexto día...
Pregunta 6: No existe zona habitada, incluso en la actualidad, donde no existan leyendas, cuentos para asustar a los niños o historias de magia fantásticas y maravillosas que nos hacen sentir escalofríos. Highdell no es distinto. Seguro que conoces alguna de sus leyendas. Algo que se susurra tras las puertas, mientras sus narradores y sus oyentes se santiguan a sus dioses. Cuéntanosla.
Un lugar especial
Nos acercamos al pie del altar. El guerrero y el anciano se saludaron, diría que se conocían de antes.
-Darion, me alegra ver que habéis llegado sanos y salvos.
Estas últimas horas había estado tan pensativa y encerrada en mi cabeza que ni siquiera le había preguntado su nombre. Me sentí avergonzada. Noté que Darion me miraba.
-Vamos Seren. Sileg tiene algo que contarnos.
Nos adentramos en una sala contigua al altar, había una mesa con una jarra y varios vasos. Nos invitó a tomar asiento y nos llenó los vasos. Tras sentarse él también, comenzó a hablar.
-Estas tierras son muy conocidas por lo que tuvo lugar aquí hace más de mil años. Muchas leyendas pueblan los alrededores de Livestorm, pero hay una en especial que es la clave para comprender lo que aconteció. Un objeto muy importante fue fabricado a escondidas cerca de Livestorm, a medio camino de Highdell. Se dice que ese sitio es el punto equidistante de todos los elementos esenciales de la vida y fue el lugar idóneo para fabricar lo que acabaría con la muerte que estaba asolando todos los Reinos. Niris bajó a sus tropas del norte hasta el sur, con todas sus esperanzas puestas en esa leyenda. Todos los que vinieron hasta aquí fueron los más valientes, pues esta zona fue la primera en ser ocupada por los seres del inframundo, había una leyenda que decía que alguien nacido aquí derrotaría a la muerte y aunque todos habían sido aniquilados, pues se encargaron de buscar por todos los Reinos a los nacidos aquí mediante magia y otros métodos poco ortodoxos para así matarlos. Además los Dioses oscuros impusieron que ninguna mujer de cualquier raza podía pisar estas tierras, no querían correr ningún riesgo. Pero la valiente y esperanzadora Niris logró llegar y les consiguió a los sabios, gracias a sus tropas y a sus habilidades de combate y dotes mágicas, dos días para fabricar dicho objeto. Niris tuvo que perder algo o a alguien muy importante en la lucha final, porque aún habiendo ganado la guerra lloró y le suplicó a la Diosa de la vida por algo. La Gran Diosa, después de tres días meditando, le concedió la inmortalidad, ser una Diosa protectora y un descanso eterno por todo lo que había sufrido y perdido. Eso fue lo que se escribió en los libros. Y ese objeto que habéis traído es una de las claves para avanzar en la búsqueda de la verdad.
Darion sacó el medallón de la bolsa y se lo dio a Sileg.
-Espero que sea cierto lo que habéis dicho. Me quedaría corto si dijese que me ha costado solo sangre y sudor.
-Sé lo que has tenido que pasar y dejar por el camino. Pero como habrás visto con tus propios ojos las batallas están aumentando en el noreste y están llegando al interior. Muchos de los nuestros parecen estar de lado de ellos. Será cuestión de tiempo que lleguen hasta el sur. Hay que actuar rápido.
¿Batallas? ¿Vendrían al sur? ¿Pero qué estaba ocurriendo? A la granja no llegaba ninguna noticia, y jamás había puesto atención cuando iba a Highdell, como siempre iba pensando en mis cosas y en las historias que me contaban mis abuelos. Además veía a mi familia tranquila, por lo que yo no me preocupaba de lo que ocurría en el exterior. La voz del anciano me hizo regresar a la realidad.
-Seren, escucha, a partir de ahora tendrás que llevar puesto este medallón, pues solo una mujer puede llevarlo. Contigo irá seguro.
-Pero estará a la vista...lo verán y será nuestro fin... -dijo Darion levantándose de la silla.
-No te preocupes, solo quien realmente lo merece puede verlo.
Sileg hablaba con total sinceridad. Darion lo miró como si acabara de comprender algo que ahora entendía perfectamente.
Finalmente cogí el medallón y me lo puse. La cadena estaba fría pero enseguida cogió calor de mi cuello. Iba a esconderlo debajo de mi ropa, pero Sileg me dijo que no haría falta, que siempre lo llevara a la vista.
-Seren, Darion. Me temo que esta visita ha terminado, ahora tendréis que ir a otro lugar.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Parece ser que me había metido sin querer en una aventura...
¡Leyenda contada! ¡Hasta la siguiente pregunta y respuesta del desafío!
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